miércoles, 22 de junio de 2016

Seis

Este año parece que no va a llover, el cielo estaba azul y críspido a las 7 de la mañana.

He querido condensar mucho lo que quería escribir pero en el proceso parece que perdí mucho de lo que quería decir. Es claro que como escritor me hubiera muerto de hambre hace algún tiempo.

Este último año han ocurrido varias muertes cerca; Creo que es fácil pensar que las personas van a estar ahí siempre y es uno quién se irá primero. Morir joven no debería ser natural bajo ninguna circunstancia pero es algo inevitable.

En las semanas anteriores he pensado mucho en ti, principalmente pues hay cosas sobre las que me gustaría saber tu opinión aunque sea egoísta de mi parte.

Te quiero preguntar cómo era de niño; qué cosas veías buenas en mí y para qué era bueno desde tu perspectiva. Preguntas que de nuevo van del pasado para poder mirar hacia el futuro. Mucho me temo que a ratos me siento perdido pero pienso que tu voz me reconfortaría un poco.

Me gustaría que nos pudieras ver la televisión conmigo, ver las películas que viste cuando eras joven mientras me cuentas cómo eran los cines viejos que ya no existen. Porque aún cuando lo he leído y visto en fotografías viejas, preferiría que me lo contaras tú. Acaso poder leerte un libro de a poco para que no se termine.

Ojalá me hubieras dejado memoria de tus secretos de cocina y cómo te quedaba tan rica la comida para ver si te pudiera emular. Sigo sin poder hacer gran cosa pero he avanzado un poco. Sigo comprando rompope cada vez que se termina aunque no consuma mucho; Me faltan las gelatinas para poder vertirlo en ellas. Quizá sea lo próximo que intente hacer y entonces ya tenga otra cosa más para ofrenda.

Hay días en los que mi mamá te extraña más que yo pero no lo dice. Lo veo en su mirada. Ya no hay aves como cuando estabas tú pero Olivia, la gata de a lado, va y viene a su placer de modo que prácticamente vive en el patio y creo que está bien.

Todo lo demás es lo de menos.

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Edición 1. Sí llovió. En la noche como aquella vez.

También conocí a alguien que te conoció cuando eras jóven y llevabas a mi madre de viaje. Usabas el tren y bajabas en la estación más cercana y caminabas unos 8 kilómetros para llegar a tu destino. Me contaron de las cosas que se vendían en la parada del tren en camino a su destino. Vivías todavía en San Luis Potosí. Con ello terminé de confirmar que me hubiera gustado viajar contigo en el tren y tener en mi memoria recuerdo alguno de la mole de acero rodar por el campo. Ver y sentir es estruendo del vapor que enmanaba de sus entrañas.

lunes, 22 de junio de 2015

Cinco

Hace unos días me perdí en la mirada de un señor en el vagón del metro. Sé que muchos han dejado de mirar a los ancianos por su mirada triste y de añoranza. Es el miedo a llegar a ser frágil como ellos. A ser fácilmente abrumado por un mundo que no se detiene y cada día es menos personal. Su mirada tierna me llevó a pensar en ti. Era cándida, sensata. Temerosa. El mismo señor me recordó el seco y monótono sonido de un bastón al caminar. Aluminio con goma de plástico al final.

Al recordar ese día me he planteado ¿por qué las personas pueden pasar en cama y en mal estado mucho tiempo pero cuando llegan a un hospital tienen su fin pronto? Entiendo que el ambiente de ahí en menos saludable que otros pero supongo que es el cambio tan brutal el que desanima a las personas. Creo que es la tristeza la que hacen que pierdan su fe y entusiasmo en seguir. Te llevamos al hospital no para que sintieras que te abandonábamos o para dejarte ahí, pero teníamos miedo y sabíamos poco sobre qué más hacer ante tu delicada condición. No creo que haya sido malo; acaso solo habría cambiado el día.

Este año es el primero en que me ha gustado ir a la iglesia. No estoy cierto a qué se debe o la razón detrás de ello. He llegado a pensar que se trata de generar la suficiente cantidad de paz interior para que sea posible. La señora que ahora canta y toca el órgano en la parte alta de la iglesia lo hace bien. Mejor que muchas otras que me ha tocado oír. Esta última vez, le ha tocado a mi mamá leer la Primera Lectura. Creo que se emocionó mucho.

Hace cinco años que no te veo. Te extraño de cuando en cuando. Me gustaría saber qué piensas de estos tiempos modernos. Del clima, de la Ciudad, de las tardes de lluvia, de los nuevos edificios, de las calles cada vez más viejas, del camión de la basura nuevo, de las telenovelas, de que el radio cada vez es más triste, del fútbol, de la comida, de tus ideas sobre el tiempo, de las noches y los días. Que me cuentes una vez más de tus viajes en tren. Que me cuentes la historia de la foto que encontré en diciembre.

¿Cómo platicarte cosas que seguramente ya sabes por ser omnipresente? ¿Qué contarte a ti que estás más allá del tiempo? ¿Cómo es el tiempo en dónde tú estás? ¿Cómo puedes estar en todos lados? ¿Tienes alas? O ¿Simplemente estás sentada mirando hacia el horizonte mientras en tu cara sientes la brisa y la leve caricia del Sol en tus mejillas? ¿Allá dónde estás necesitas tus lentes?

Te quiero siempre.

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