De pie, bajo ese Sol que quema la piel; Sí cuando la estadía se prolonga lo suficiente pues al menos a este nivel del mar, quema.
A lo lejos, los rumores de las risas y pláticas ajenas, me transportan a las que fueron alguna vez propias. Los recuerdos se agolpan y de pronto es posible medir la distancia de ellos a través del tiempo transcurrido o bien por el espacio que ahora ocupan en la mente.
Esa lejanía entre el tiempo o el espacio, además del hecho de continuar vivo hacen crecer la añoranza. Nosotros, que vivimos fuera de la vieja cotidianidad, llegamos a conocer mejor la añoranza de los efectos presentes, basado en ver las cosas a distancia. Era quizá la imaginación y posterior reconstrucción de hechos lo que simplemente ponía las cosas en perspectiva.
Estos tiempos eran así. Eran acerca de escribir y vivir en la lejanía; Era continuar haciendo lo mismo que antes, pero a la distancia. Muchas veces dicha condición era impuesta, y es entonces cuando cobra aún mayor alejamiento y por ende el desprendimiento de esa, “tu tierra” se hace aún más profunda. Las noticias de los eventos continuaban llegando, como en el pasado los periódicos de lugares lejanos traían las novedades desde otros continentes. O bien a través de cortos proyectados sobre una superficie blanca que completaba la secuencia de imágenes encadenadas, alternando blanco con negro. Éstas noticias algunas veces funestas, otras alegres siempre dolían más por no ser participe de ellas. ¿Cuánta lejanía hay en las noticias contadas por terceros? ¿Cuánta alegría puede despertar un acontecimiento lejano? ¿Cuánta tristeza queda en el relato de un informante frío y escueto? ¿Sería acaso que extrañaba esa tierra?
Ahí estaba pues, en medio del calor que produce la radiación de dos objetos distintos. Recibía noticias de la tierra propia, pero que ahora me era ajena. Los mensajeros eran a veces los mismos actores, que clandestinamente filtraban los hechos poco a poco. Era de esta manera porque no podían decir todos los detalles de los que eran ya cómplices o bien porque les había sido confiado por un tercero que a su vez omitía detalles a placer o bien complementaba con su propia visión. Sin ser un chisme. Tampoco eran criminales. Simplemente que no todos los datos podían salir de esa tierra para ser comentados fuera de la misma. Pues no debía ser. Era como un secreto, sí uno del Estado. Quizá con los años por venir podría ser conocido y analizado a la luz de la crítica. Pero ahora no.
Este exilio, ha comenzado a parecer normal. Me he acostumbrado a saber cada vez menos de las noticias de esa tierra. De cuando en cuando, aparecen los mensajeros y me cuentan hechos. Algunos de ellos, ya los he podido ver a la distancia con mi mente. Algunos otros los he tenido que prospectar, pero con gusto me he dado cuenta que para ellos no he errado.
Este exilio, ha comenzado a parecer normal. Me he acostumbrado a saber cada vez menos de las noticias de esa tierra. De cuando en cuando, aparecen los mensajeros y me cuentan hechos. Algunos de ellos, ya los he podido ver a la distancia con mi mente. Algunos otros los he tenido que prospectar, pero con gusto me he dado cuenta que para ellos no he errado.
Es claro, también que desde esta condición lo que pensemos no será necesariamente tomado en cuenta. No por todos, al menos.
Pero de todos esos hechos, aún no llega el que más espero: Tu caída.
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