Habían sido tardes llenas de fútbol. Quizá habrían comenzado desde temprano, pues el tiempo para desayunar, caminar, hacer fila y desplazarse incluso desde lugares muy lejanos, y estar en punto del silbatazo inicial, también cuenta.
Llegar y tomar un lugar dentro del Estadio (al menos en este país donde no hay numeración para la mayoría de los inmuebles) es cuestión de llegar temprano. Algunas otras personas se reúnen en el mismo lugar y esto hace que los ellos “aparten el lugar” para los que vienen retrasados, agobiados por el tránsito o por traer nueva compañía. Puedes afiliarte a algún grupo de estos cabeza dura o bien, crear el propio.
El calor, a plenitud en esos cuatros fines de semana, en los que justo a las 12:00 del día, comenzaba el partido. Lentes para el Sol, gorras, sombreros, bloqueador solar, pantalones ligeros: blancos, café, beige, capri o pescadores, alpargata o tenis corrido, canchas de uno o varios hilos, aunque no faltaban las plataformas del 10. Debido a la altura, es intenso, el Sol quema la piel, sin importar la cantidad de bloqueador. Este calor, por momentos tan estático, parece puede ser cortado con la mano y que al hacer movimientos abanicándolo, solo logran sentirlo más intensamente. Halar la ropa, contra uno mismo a veces funciona, otras no. Las tribunas, de cemento o granito, se sienten muy calientes, acaso como cuando te sientas en el auto luego de que ha estado bajo el rayo del Sol una hora; Aunque el efecto es mucho más rápido que aquellas circunstancias.
Se había perdido el primero de aquellos cuatro partidos al hilo, ante un enemigo poderoso pero mermado en sus intereses.
La siguiente, precedida de una derrota. El mismo calor que cansaba a los aficionados, que de pie no dejaban de cantar, hizo estragos sobre el rival, que decidió cambiar su formación y esperar. Una victoria, con el suficiente número de goles hizo que el equipo se levantara y pudiera continuar. Había un nuevo partido garantizado, en el mismo lugar, a la misma hora, quizá bajo el mismo calor sofocante.
La consecutiva, un rival con mejores arrestos para la batalla, ahora con un empate acuestas, mucho más cerrado. Mas intenso que aquellos de las semanas anteriores. A veces sucede que una victoria tiene héroes, cuyos nombres son coreados por la porra, como un pequeño reconocimiento por sus acciones en el terreno. Los héroes – leí en algún lugar – hacen lo que tienen que hacer y asumen su responsabilidad, sólo así pueden llegar a serlo.
Y en las dos últimas fechas, hubo héroes que jugaban con los colores locales; El primero corriendo toda la cancha, luego de robar un balón y conducirlo de manera abrupta hasta el área grande para luego levantar la mirada, perder un tiempo y dar un pase retrasado, respetando una máxima del fútbol: acomodar el balón para la siguiente jugada; Tan bien ejecutado que otro la acomodó en el fondo de las redes. La porra, vitorea su nombre constantemente, hoy es el héroe, que reconoce los coros luego de recuperar su posición y anudar nuevamente los agujetas de los sus tachones, levantando una mano hasta la distancia, hacia la porra. Se termina el partido y vuelven los gritos. Una nueva certeza: un partido más y la posibilidad de la gloria, se hace patente.
Finalmente, ha llegado la fecha última; La oportunidad más cerca que nunca. Pero ahora las tribunas, cuando más llenas lucen más eclécticas suenan. Recuerdo algo que ella me enseñó: Depende del lugar donde de sientes o encuentres en el Estadio, dictará la forma de sentir el partido. Los gritos y cánticos suenan un poco apagados, y hay gritos nuevos; fuera de lugar algunos de ellos. Pero no importa, el Sol los va acallando y “los de siempre” siguen cantado. El tiempo transcurre lentamente bajo el intenso Sol, la cerveza se terminó ya hace un buen rato, 30 minutos o más. Las personas comienzan a sentirse ansiosas. Entonces aparece el héroe.
Ha tomado el balón del lado derecho de la cancha, justo afuera del área grande, se ve limitado por la raya lateral que se dibuja por su espalda, paralela a donde la porra ha bajado un poco el volumen y es casi posible oír los golpes al balón. Tiene tres rivales frente a él, ya colocados; Con un recorte al centro, deja sembrado al primer defensa (sí que fue hecho en ese Estadio), y ahora como escalera enfrenta al segundo, y ocurre que el jugador hace un túnel, de manera tan rápida que el defensa solo se da cuenta de su pifia al cerrar los ojos, falta uno más que se lanza para barrer la pelota. En el resquicio que dejan sus piernas, él nuevamente repite la jugada anterior. ¡Qué aventurado! Desde la tribuna se ve muy bonita la jugada, excelente. Ya ha pasado y el ángulo de disparo se cierra poco a poco, levanta la cabeza y golpea el balón un poco, para acomodarlo, dar un paso más, y luego secamente vuelve a golpear el balón, se oye por toda la cabecera norte del Estadio. El portero ya no puede hacer nada. El balón está en el fondo. Es entonces que todos gritan. Lo que sucedió luego de esto será borroso. Prácticamente no hay recuerdos, hay pocas cosas por aventar, solo vasos vacíos.
Había un nuevo campeón, luego de cuatro tardes de fútbol. Nuevos bríos. Nuevos recuerdos. Nuevos héroes. Nuevos adeptos. Nuevo todo. Reluciente. Novedoso.
Esa misma tarde, dos niños se volvieron a encontrar; Decidieron reanudar su juego con una pelota rosa, no sin antes haber volado otra roja sobre la barda del edificio adyacente siendo imposible rescatarla. Suerte que había esa nueva de respaldo.
Se había asignado equipos, para diferenciarse: Barcelona y Manchester United de un lado (sí dos equipos) y del otro lado Pumas.
Habían acordado tres goles.
En unos cuantos minutos dos ya habían entrado para los Pumas, mientras que para el Barça solo uno. Un tiro lejano, había techado al jugador del Barça y entonces la cuenta se daba por completa. Tres. Pero lo niños seguían jugando – ¿Ya anotaron los tres goles? – Preguntó el adulto que los supervisaba – Sí, pero faltan los del Barcelona – Fue así como dos niños que gustaban jugar a la pelota explicaban el gusto por el fútbol.
PD. Creo que ya hay suficientes personas para crear un nuevo grupo.
.gus0
Llegar y tomar un lugar dentro del Estadio (al menos en este país donde no hay numeración para la mayoría de los inmuebles) es cuestión de llegar temprano. Algunas otras personas se reúnen en el mismo lugar y esto hace que los ellos “aparten el lugar” para los que vienen retrasados, agobiados por el tránsito o por traer nueva compañía. Puedes afiliarte a algún grupo de estos cabeza dura o bien, crear el propio.
El calor, a plenitud en esos cuatros fines de semana, en los que justo a las 12:00 del día, comenzaba el partido. Lentes para el Sol, gorras, sombreros, bloqueador solar, pantalones ligeros: blancos, café, beige, capri o pescadores, alpargata o tenis corrido, canchas de uno o varios hilos, aunque no faltaban las plataformas del 10. Debido a la altura, es intenso, el Sol quema la piel, sin importar la cantidad de bloqueador. Este calor, por momentos tan estático, parece puede ser cortado con la mano y que al hacer movimientos abanicándolo, solo logran sentirlo más intensamente. Halar la ropa, contra uno mismo a veces funciona, otras no. Las tribunas, de cemento o granito, se sienten muy calientes, acaso como cuando te sientas en el auto luego de que ha estado bajo el rayo del Sol una hora; Aunque el efecto es mucho más rápido que aquellas circunstancias.
Se había perdido el primero de aquellos cuatro partidos al hilo, ante un enemigo poderoso pero mermado en sus intereses.
La siguiente, precedida de una derrota. El mismo calor que cansaba a los aficionados, que de pie no dejaban de cantar, hizo estragos sobre el rival, que decidió cambiar su formación y esperar. Una victoria, con el suficiente número de goles hizo que el equipo se levantara y pudiera continuar. Había un nuevo partido garantizado, en el mismo lugar, a la misma hora, quizá bajo el mismo calor sofocante.
La consecutiva, un rival con mejores arrestos para la batalla, ahora con un empate acuestas, mucho más cerrado. Mas intenso que aquellos de las semanas anteriores. A veces sucede que una victoria tiene héroes, cuyos nombres son coreados por la porra, como un pequeño reconocimiento por sus acciones en el terreno. Los héroes – leí en algún lugar – hacen lo que tienen que hacer y asumen su responsabilidad, sólo así pueden llegar a serlo.
Y en las dos últimas fechas, hubo héroes que jugaban con los colores locales; El primero corriendo toda la cancha, luego de robar un balón y conducirlo de manera abrupta hasta el área grande para luego levantar la mirada, perder un tiempo y dar un pase retrasado, respetando una máxima del fútbol: acomodar el balón para la siguiente jugada; Tan bien ejecutado que otro la acomodó en el fondo de las redes. La porra, vitorea su nombre constantemente, hoy es el héroe, que reconoce los coros luego de recuperar su posición y anudar nuevamente los agujetas de los sus tachones, levantando una mano hasta la distancia, hacia la porra. Se termina el partido y vuelven los gritos. Una nueva certeza: un partido más y la posibilidad de la gloria, se hace patente.
Finalmente, ha llegado la fecha última; La oportunidad más cerca que nunca. Pero ahora las tribunas, cuando más llenas lucen más eclécticas suenan. Recuerdo algo que ella me enseñó: Depende del lugar donde de sientes o encuentres en el Estadio, dictará la forma de sentir el partido. Los gritos y cánticos suenan un poco apagados, y hay gritos nuevos; fuera de lugar algunos de ellos. Pero no importa, el Sol los va acallando y “los de siempre” siguen cantado. El tiempo transcurre lentamente bajo el intenso Sol, la cerveza se terminó ya hace un buen rato, 30 minutos o más. Las personas comienzan a sentirse ansiosas. Entonces aparece el héroe.
Ha tomado el balón del lado derecho de la cancha, justo afuera del área grande, se ve limitado por la raya lateral que se dibuja por su espalda, paralela a donde la porra ha bajado un poco el volumen y es casi posible oír los golpes al balón. Tiene tres rivales frente a él, ya colocados; Con un recorte al centro, deja sembrado al primer defensa (sí que fue hecho en ese Estadio), y ahora como escalera enfrenta al segundo, y ocurre que el jugador hace un túnel, de manera tan rápida que el defensa solo se da cuenta de su pifia al cerrar los ojos, falta uno más que se lanza para barrer la pelota. En el resquicio que dejan sus piernas, él nuevamente repite la jugada anterior. ¡Qué aventurado! Desde la tribuna se ve muy bonita la jugada, excelente. Ya ha pasado y el ángulo de disparo se cierra poco a poco, levanta la cabeza y golpea el balón un poco, para acomodarlo, dar un paso más, y luego secamente vuelve a golpear el balón, se oye por toda la cabecera norte del Estadio. El portero ya no puede hacer nada. El balón está en el fondo. Es entonces que todos gritan. Lo que sucedió luego de esto será borroso. Prácticamente no hay recuerdos, hay pocas cosas por aventar, solo vasos vacíos.
Había un nuevo campeón, luego de cuatro tardes de fútbol. Nuevos bríos. Nuevos recuerdos. Nuevos héroes. Nuevos adeptos. Nuevo todo. Reluciente. Novedoso.
Esa misma tarde, dos niños se volvieron a encontrar; Decidieron reanudar su juego con una pelota rosa, no sin antes haber volado otra roja sobre la barda del edificio adyacente siendo imposible rescatarla. Suerte que había esa nueva de respaldo.
Se había asignado equipos, para diferenciarse: Barcelona y Manchester United de un lado (sí dos equipos) y del otro lado Pumas.
Habían acordado tres goles.
En unos cuantos minutos dos ya habían entrado para los Pumas, mientras que para el Barça solo uno. Un tiro lejano, había techado al jugador del Barça y entonces la cuenta se daba por completa. Tres. Pero lo niños seguían jugando – ¿Ya anotaron los tres goles? – Preguntó el adulto que los supervisaba – Sí, pero faltan los del Barcelona – Fue así como dos niños que gustaban jugar a la pelota explicaban el gusto por el fútbol.
PD. Creo que ya hay suficientes personas para crear un nuevo grupo.
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