Sirvió de fondo varias veces; Una vez para ensayar lo aprendido lentamente en clase de dibujo en aquél salón que olía a lápices de madera, a crayones y tinta embarrada en los dedos del dibujante experto. Ese que estaba lleno de repisas con figuras geométricas que el profesor, con acento español, intentaba guiar a los alumnos que iban siempre por una calificación fácil. Trataba a veces con tanto empeño que no era difícil adivinar su edad. Le decían “El Genovés” aunque no creo que haya sido de ese pueblo finalmente.
Había sido testigo de ese amor, que a escondidas fue creciendo. Fue ante él que la besó por primera vez y creyeron, al menos por un momento, que aquella ilusión duraría mucho tiempo. Como cuando la tomó de la mano, por primera vez. Era como la sensación la humedad del ambiente a través del rompevientos azul.
Utilizó una hoja cuadriculada, de carpeta, cuadro grande. Sirvió porque proporcionaba la cuadrícula imaginaria que, acaso usa el fotógrafo para el encuadre y profundidad necesarios. Era curioso, pues lo había hecho a lápiz, sabía que el carbón del mismo no duraría por siempre. Al calce había puesto la fecha. Se sentía enamorado.
Los había observado; A él mirarla por decenas de minutos continuamente mientras se impregnaba de ese olor que mucho tiempo después aún continuaba intoxicándolo y que en algunas ocasiones, como cuando te pica un insecto al rascarlo y saciar la comezón, liberaba ese efecto que hacía querer más y más. Era su humor, en realidad el que causaba ese efecto. A ella, sentir sus manos calientes sobre su piel fría. Permaneció inmóvil cuando ella llorando le dijo que no quería verle más y a la semana siguiente volver a verle a los ojos y decirle que lo quería.
Tardó alrededor de 30 minutos en terminar de dibujar; Claro no era bueno dibujando y había tomado demasiado tiempo en los detalles innecesarios como si fuese una fotografía, pero en realidad era a mano alzada con la cuadrícula, de apoyo. Al terminar se lo regaló, como muestra de un sentimiento que hoy puede decirse iluso.
Alguna vez, pensó en caminar con los pies desnudos sobre el pasto recién cortado, sentir cosquillas en la punta de los dedos, pero sobre todo un poco antes del empeine, así donde el arco comienza a crecer y la piel es fina y suave como ninguna otra en toda la anatomía del pie. Esa que siempre despierta la risa cuando hay tacto ajeno y más profundo es el descanso; Cuando se cierran los ojos al sonido de la noche y la televisión prendida de fondo.
Recordó que cuando se dibuja a lápiz había de cuidar no tocar en demasía el papel, sino había que llenar de círculos el dibujo para que, de esta manera, tener un efecto de difuminación. No recordaba que el maestro le hubiera dicho acerca de ello, pero lo hacía con mayor enfado con las áreas que no llevaban tanto color, pero no era necesario rellenar todo.
Se tomaron tiempo para estar juntos, para llevar a la realidad esa curiosidad de niños. Para aderezar con obscuridad la profundidad de aquellos momentos de intimidad y compañía, que alguna vez los unieron. Quizá se vaciaron varias veces, pero volvían a llenarse de cariño. Se fundieron muchas veces en esos abrazos, que se perdieron. Aquél frío, de las tardes lluviosas, cuando ya nadie lo veía, se hacía menos si se querían.
Con colores, no lo hubiera podido llevar a cabo.
Después ya no fueron iguales.
Ya luego, sólo regresaron un par de veces.
Mejor fotografías.
Y dejaron los besos atrás.
Luego, ella llevó a alguien más.
No más abrazos.
El árbol, ya no era de ambos.
y tu árbol me recordó el mucho ruido de Joaquín Sabina:
ResponderEliminarElla le pidió que la llevara al fin de mundo,
él puso a su nombre todas las olas del mar.
Se miraron un segundo
como dos desconocidos.
Todas las ciudades eran pocas a sus ojos,
ella quiso barcos y él no supo qué pescar.
Y al final números rojos
en la cueva del olvido,
y hubo tanto ruido
que al final llegó el final.
Mucho, mucho ruido,
ruido de ventanas,
nidos de manzanas
que se acaban por pudrir.
Mucho, mucho ruido,
tanto, tanto ruido,
tanto ruido y al final
por fin el fin.
Tanto ruido y al final...
Hubo un accidente, se perdieron las postales,
quiso Carnavales y encontró fatalidad.
Porque todos los finales
son el mismo repetido
y con tanto ruido
no escucharon el final.
Descubrieron que los besos no sabían a nada,
hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas,
se apagaron los latidos,
y con tanto ruido
no se oyó el ruido del mar.
Mucho, mucho ruido,
ruido de tijeras,
ruido de escaleras
que se acaban por bajar.
Mucho, mucho ruido,
tanto, tanto ruido.
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final...
Tanto ruido y al final
la soledad.
Ruido de tenazas,
ruido de estaciones,
ruido de amenazas,
ruido de escorpiones.
Tanto, tanto ruido.
Ruido de abogados,
ruido compartido,
ruido envenenado,
demasiado ruido.
Ruido platos rotos,
ruido años perdidos,
ruido viejas fotos,
ruido empedernido.
Ruido de cristales,
ruido de gemidos,
ruidos animales,
contagioso ruido.
Ruido mentiroso,
ruido entrometido,
ruido escandaloso,
silencioso ruido.
Ruido acomplejado,
ruido introvertido,
ruido del pasado,
descastado ruido.
Ruido de conjuros,
ruido malnacido,
ruido tan oscuro
puro y duro ruido.
Ruido qué me has hecho,
ruido yo no he sido,
ruido insatisfecho,
ruido a qué has venido.
Ruido como sables,
ruido enloquecido,
ruido intolerable,
ruido incomprendido.
Ruido de frenazos,
ruido sin sentido,
ruido de arañazos,
ruido, ruido, ruido.
:) Me gustaron mucho las sensaciones que transmites, como lo de la piel delgadita del pie.
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